miércoles, 16 de mayo de 2012
UNA PEQUENA ROSA ROJA
Caminaba un día por la calle, cuando observé
como unas nubes oscuras se juntaban en el cielo,
y vi luego como la lluvia empezó a caer,
rápidamente busqué refugio,
al mismo tiempo que la suave lluvia
se convertía poco a poco en tormenta.
Encontré refugio bajo una cornisa,
a la entrada de una casa,
en el momento en que la tormenta
caía con más fuerza y estruendo.
Vi entonces una pequeña rosa roja,
golpeada y encorvada
por las grandes gotas de agua
que constantemente le azotaban;
y a pesar de esto no se rompía,
sino que soportaba con increíble resistencia
el gran embate de la lluvia
y cada uno de sus golpes;
manifestado en grandes
y pesadas gotas de agua.
Me sorprendí al ver
como a pesar del viento y lluvia,
la pequeña rosa roja soportaba el gran castigo,
sin ceder ni un ápice.
En muchos momentos, pensé verla caer,
derrotada por la furia del agua,
mas sin embargo, volvía a enderezar
su ya doblado tallo por la lluvia.
Al pasar la lluvia, y ver
como el sol salía de entre las oscuras nubes,
noté con asombro como la pequeña
y frágil rosa roja, estaba aún en su lugar,
con su tallo erguido hacia el cielo,
mostrando con orgullo sus bellos pétalos rojos,
en señal de su victoria
ante las fuerzas de la misma naturaleza,
a la cuál pertenece.
Esto me hizo reflexionar acerca de mi vida;
pues al recordar como la indefensa rosa
luchaba por seguir en pié ante la tempestad,
y después de observar
cuán dura había sido su lucha,
me recordó las dificultades
que había tenido en mi vida,
y de como muchas veces,
había sentido que ya no podía más,
pero al ver la rosa roja, en pié y victoriosa,
recordé aquel pasaje de la Biblia,
donde Jesús nos dice que nosotros
valemos más que las flores del campo
y los pajarillos del cielo, y pensé:
"Si Jesús dio fuerza a esa pequeña rosa roja
para pasar la tempestad;
¿por qué he yo de temer a las adversidades?
Pues si Jesús no dejó que esa rosa
que no ama, no camina y no tiene razón
soportara la tormenta,
¿cuánto más cuidará de mí,
hijo de Dios y heredero de la vida eterna?”.
Desde entonces no dejo que nada me asuste,
atemorice o desanime,
y cada vez que siento desfallecer;
recuerdo aquella pequeña rosa roja,
la cuál me mostró cuánto valgo
y lo duro que he de pelear en este mundo,
pero también recuerdo el amor
que me tiene Aquel que dio fuerza a la rosa,
para que pudiera resistir.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario